martes, 9 de febrero de 2010

Un actor se prepara, un alma se desenvuelve


Un actor se prepara, un alma se desenvuelve


…el propósito de actuar, cuya finalidad, tanto en sus orígenes como ahora, fue y es, a manera de decir, ponerse frente a un espejo…

William Shakespeare

El trabajo del actor es crear un carácter, una personalidad, y presentarlo a la audiencia viviente, real. El proceso de llegar a ese trabajo nos recuerda al proceso de desenvolvimiento espiritual y de llegar a conocer el verdadero yo.

Una vez tuve un papel secundario, en un teatro regional que estaba presentando Julio Cesar, de Shakespeare. Al caminar bajo el escenario, durante una función, para ocupar mi lugar entre “los extras”, la actriz que tenía el papel de Porcia se acercó a mi con expresión de angustia.

Le toqué el brazo y le pregunté, “Carol, ¿te sientes bien?” Me respondió en un susurro “Él no quiso decirme nada”. Y enseguida sonrió: “Yo estoy bien, pero Porcia es la que no anda nada bien” y volvió a reír.

Carol, la actriz, terminaba de presentar la escena en que Porcia, dándose cuenta del insomnio y la preocupación de Bruto, tanto como de sus encuentros clandestinos con líderes de Roma, le ruega que comparta sus problemas con ella. Y aunque le muestra una herida que ella misma se había hecho en la pierna para probarle su capacidad de guardar secretos, deja la escena sin respuesta. Cuando me encontré con Carol, me encontré también con Porcia. Carol se había revestido de Porcia tanto como de la de la toga y la máscara, y aunque la actriz había estado allí durante toda la escena, la audiencia sólo había visto a Porcia. Tengo la impresión de que la audiencia se había olvidado de haber estado viendo a Carol Wilson, una actriz que ya habían visto antes representando toda clase de personajes, pero que ahora se había identificado con Porcia. Carol misma, cuando yo la vi bajo el escenario, estaba todavía identificada con Porcia, pensando y sintiendo como ella. Pero cuando yo le hablé, Porcia se esfumó y Carol se rió de su propia participación en la escena.

Esta “participación” con una personalidad adquirida es común, creo, en la mayoría de nosotros. Empezamos muy temprano en nuestras vidas a crear una personalidad para presentarnos al mundo, a veces conscientes de hacerlo, pero con frecuencia nos identificamos tanto con esa personalidad, que, a diferencia de Carol, perdemos de vista al yo que existe detrás de la personalidad creada. El proceso que lleva al actor a desenvolver un carácter puede ser una excelente herramienta espiritual para un actor , y a mi parecer puede darnos a todos una vislumbre en el desarrollo de nuestra propia personalidad y de cómo podemos llegar a conocer a nuestro verdadero yo.

Mucho antes del estreno de la obra, Carol había empezado su trabajo estudiando a Porcia en el escrito, prestándole mucha atención a lo que el carácter hacía y decía, a cómo se relacionaba con los otros personajes, y lo que los otros decían de ella. Había mucho que descubrir sobre la vida de Porcia, no solo en el tiempo presente del papel, sino también sobre su pasado.

Había preguntas que hacerse: ¿Era ella rica o pobre cuando niña? ¿Era educada? ¿Qué tal era ser esposa de un pilar de la sociedad romana? La actriz tenía que echar una extensa mirada, objetiva, a ese carácter, y llegar a comprender también su personalidad, creando hasta las razones lógicas que justificaban su conducta si Shakespeare no las había explicado en su libreto. Carol encontró que Porcia era una hermosa, educada, inteligente mujer de la nobleza, de naturaleza fuerte y valiente; era también muy capaz de enojarse, preocuparse, y, al final, capaz de desesperar y cometer suicidio.

Acto seguido, Carol necesitó descubrir lo que ella tenía en común con Porcia y para ello tuvo que verse a sí misma profunda y honestamente. Pronto reconoció su propia fuerza, coraje e inteligencia, pero no podía parar allí. Siguió más allá de las mejores partes de sí misma, de la imagen con que ella quisiera ser vista por los demás, fue a sus zonas más oscuras donde era capaz de irritación, miedo y hasta desesperación. Se vio a si misma en Porcia y a Porcia en sí misma, y las aceptó a las dos en su condición humana.

En nuestro trabajo de desenvolvimiento espiritual este método objetivo y franco de auto-estudio nos puede ser útil a todos. Cuando somos capaces de enfrentar nuestro ser real y el “rol” que representamos ante los demás, y a veces ante nosotros mismos, cuando miramos profundamente las sombras y los aspectos menos-que-ideales de nuestra persona, ahí empezamos el trabajo de desenvolvernos espiritualmente.

En su estudio de sí misma y de Porcia Carol descubrió cuánto tenían en común. A pesar de las diferencias de estilo de vida, ambas habían sufrido dolor físico y depresión, sentían mucho amor por otros y se preocupaban por los asuntos de la vida cotidiana. Cuanto más roles un actor representa, cuanto más rasgos de carácter busca dentro de sí mismo, con tanta mayor claridad ve lo mucho que comparte con toda la humanidad. A medida que nos miramos a nosotros mismos con objetividad, empezamos también a ver nuestros lazos con otros seres humanos. Si alguien aparece orgulloso, o enojado, o amable, y nosotros hemos reconocido ese mismo sentimiento dentro nuestro, las barreras que nos separan se empiezan a disolver. Empezamos a reconocer en los demás nuestras propias alegrías y sufrimientos, nuestras idiosincrasias y neurosis, nuestras necesidades y deseos y comprendemos cuánto estamos enlazados a otras almas.

Una vez que Carol conoció a Porcia casi tan bien como a sí misma fue capaz de “entrar en el personaje”, incorporando tanto los sentimientos y pensamientos internos como el modo de hablar, los gestos y las acciones que eran propios de Porcia. Cuando el actor lo consigue, esta transformación parece casi mágica.

Recuerdo haber estado observando a un actor que esperaba en los corredores para entrar al escenario como Moriarty, el genio perverso de la obra de Sherlock Holmes. El actor, Herb, era amigo mío y yo sabía cómo era él, amable, divertido y abierto en el trato. Ahí estaba, en el corredor, con su saco negro, guantes y galera en lugar de sus blue jeans y su remera. El giró la cabeza hacia donde yo estaba y en vez de amistad yo le vi un brillo frío en los ojos, y la boca estaba encorvada hacia arriba en una sonrisa tan cruel que no me hubiera sorprendido verle salir entre los labios una lengua de serpiente. Me hizo estremecer cuando se deslizó hacia al escenario. Después de la obra fue un alivio verlo otra vez con su sonrisa amistosa, sus ojos chispeantes y otra vez con sus pantalones vaqueros bien gastados, habiendo dejado a Moriarty en el perchero.

La transformación puede parecer mágica, pero al actor le lleva tiempo y esfuerzo hasta que consigue crear y “encarnar” el personaje; sin embargo qué fácil nos resulta a nosotros “cambiar de carácter” en nuestra vida diaria. Podemos hablar, pensar y hasta vestirnos de modo diferente con diferentes personas y en situaciones diferentes. Podemos ser una persona frente a nuestros padres, otra para nuestros niños, y otra todavía con nuestro empleador a medida que elegimos los aspectos de nuestra personalidad que trabajan con más armonía en cada situación, o quizás, porque nos permiten conseguir lo que queremos.

La diferencia entro nosotros y Carol – la actriz, es que Carol siempre sabe que se está “vistiendo” de un personaje. Aunque ella se identifica con el rol, parte de ella debe permanecer como un observador, ajustándose constantemente a las necesidades de la obra, o de los otros actores, o de algún imprevisto. Si el equipo de apoyo pierde una señal y el teléfono no suena en el escenario en el momento previsto, la actriz ha de hacer un rodeo y al mismo tiempo permanecer en su carácter. Nosotros también necesitamos desarrollar esa parte del observador dentro nuestro para salir adelante con un niño cansado, un patrón iracundo o una madre o padre enfermo. Si nosotros respondemos según el aspecto de nuestra personalidad que se está expresando en el momento podemos decir o hacer algo que después lamentamos. De los actores podemos aprender a permanecer conscientes y alertas en todo momento durante los varios roles con que actuamos en nuestras vidas.

Carol dedicó bastante tiempo a hacer trabajo interior, para elegir un modo u otro de expresar las reacciones de sus personajes, pero sabía bien que no era suficiente confiar solamente en su propias dotes de observación. El director de la obra actuó para ella como un observador exterior, guiándola hacia su objetivo. Fue el director el que la ayudó a mantenerse en línea, aconsejando y ayudándola en su trabajo. De manera similar la guía espiritual puede sernos valiosa en nuestro camino espiritual. Aunque podemos observar mucho de nosotros mismos, un observador exterior objetivo que se interesa sobre todo en nuestro bien espiritual puede ayudarnos a vernos a nosotros mismos honestamente y a hacer elecciones apropiadas a medida que nos dirigimos hacia nuestro propósito espiritual.

Así fue como Carol llegó a conocer bien a Porcia, y a sí misma mejor que antes. Entonces llegó la hora de darle vida a su rol frente a la audiencia. Así pudo enfocar la atención en cada momento de las escenas y en lo que su papel de Porcia requería.

Después de la actuación describió los sentimientos de muchos actores: “La audiencia y yo cruzamos la distancia mutua para compartir una experiencia, una emoción, un momento de vida en la humanidad”.

Frecuentemente el actor y la audiencia experimentan un sentido de participación, una apertura mutua, un encuentro en que se reconoce que somos todos iguales. Tal como Shakespeare lo dijo en Como Les Guste

Todo el mundo es un escenario,
Y todos los hombres y mujeres somos
meramente actores
Que tienen sus momentos de entrar o salir
Y cada persona en su hora representa
muchas partes


Cuando vivimos nuestras vidas con objetividad, conscientes y alertas podemos, como los actores, llegar a conocernos y aceptarnos a nosotros mismos y a los demás, y, mediante ese conocimiento y aceptación desenvolvernos espiritualmente con compasión y amor.

ã Cafh Foundation, 2008.